El amor de un animal de compañía es incondicional.
Unos amigos la encontraron en una carretera. Estaba muerta de miedo y de hambre. Había sido maltratada por unas despreciables personas las cuales espero que hayan sufrido un horrible destino.
Al poco tiempo fue adoptada por nosotros. Yo debía tener unos 8 años, era pequeño y me hizo ilusión tenerla en casa. La llamamos Fiera porque era muy juguetona y siempre jugábamos con ella. Mordía suave sin hacer daño y no se cansaba pronto. No lo pasó nada mal en nuestra compañía La cuidábamos, la mimábamos, la queríamos, jugábamos con ella y la sacábamos a pasear; estaba muy a gusto con nosotros, se sentía feliz.
Con nosotros tuvo su primera camada. Fue un estúpido y feo perrucho que siempre estaba suelto. Al parir, creo recordar que fueron siete cachorros de diferentes tonalidades de marrones y un par de ellos negros. Nos quedamos con una adorable hembra que al final resultó ser un poco... corta. Debió salir al padre.
Dos camadas más vinieron a lo largo del tiempo por lo mismo... estúpidos perros con dueños aún más estúpidos que se colaban en casa y dejaban a las dos perras encinta. Se hacía mayor, pero no perdía vitalidad, era alegre y muy movida.
El verano pasado tuvo una plaga de diminutas garrapatas que no morían ante las prevenciones. Perdió mucha sangre y con ello, peso. Conseguimos quitarle todas esas horribles y diminutas bestias. Algo pasó, que al irse las garrapatas, se quedó ciega poco a poco. Por las noches se le nublaban los ojos, y por el día se le aclaraban un poco. Pero finalmente se quedó permanentemente ciega.
Llevaba aproximadamente diez años con nosotros más los que tuviera antes de que la encontráramos. Hace una semana empezó a decaer y a perder peso de nuevo. La acogimos entre mantas y calor. A penas podía caminar, se tambaleaba y se orinaba en cualquier sitio...
Ayer, día dos de mayo de dos mil trece, Fiera dio sus últimos pasos. Ya no podía levantarse de su sitio, lo intentaba y no lograba mover ni la mitad de su cuerpo. En dos ocasiones devolvió una substancia rojiza que debían ser... sus entrañas. Se estaba deshaciendo por dentro. Ya no bebía ni comía. No tenía energías para digerir... Estaba sufriendo.
La llevamos al veterinario con la intención de hacerle la eutanasia. La acción de ahorrar sufrimiento de una manera rápida e indolora. Ésta se aplica a las mascotas con una inyección de efecto inmediato que no le produce ninguna mala sensación al animal.
Yo estaba frente a ella cuando le inyectaron aquello. En menos de 5 segundos, Fiera se quedó dormida... y en menos de dos minutos, su corazón había dejado de latir. Diez años de mi vida se desvanecieron en segundos. Se perdieron como lágrimas en la lluvia. Se fue rodeada de los suyos, arropada y cálida.
Ella ya estaba tranquila, había dejado de sufrir, pero su estela aún se podrá ver a la luz del día.
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